Radamés Larrazábal.
Swiss Army Man y The Death of Dick Long podrían no ser la mejor garantía de Todo a la vez en todas partes (Everything Everywhere All At Once), la segunda colaboración los grandes amigos Daniel Kwan y Daniel Scheinert, que no hacen películas del todo normales ni pasan desapercibidas.
Increíblemente la historia de la dueña de una lavandería en la mira de una implacable funcionaria del Departamento de Hacienda se traslada a una historia en el multiverso que, con una trama que puede parecer abarcadora en demasía, incoherente e ilógica -como la vida misma-, acaba funcionando de una manera muy particular, divertida y marcante.
Todo a la vez en todas partes es un filme complejo.
Yendo al hueso, entre líneas, se lee claramente una historia de brechas generacionales. Una típica y traumática relación madre-hija / marido-mujer bajo la terrible presión del costumbrismo asiático. Todo esto sucede durante los saltos a muchas vidas que Michelle Yeoh (dándolo todo en lo que puede ser su mejor trabajo hasta hoy) pudo vivir y no vivió.
Destaca la frustración de la mujer por no haber podido nunca concretar algo exitoso, de allí que cada decisión tomada en el pasado generó una versión distinta de sí misma. Unas buenas, en las que es una célebre actriz (cabe destacar las tomas en la alfombra roja de la propia Michelle Yeoh en vida real del estreno de Crazy Rich Asians), y otras malas en las que acaba llevando golpes como una piñata.
La hija, interpretada por Joy Stephanie Hsu, es la representación de toda una generación de hijos de padres fracasados que igualmente le llevan a tener que crear versiones de sí misma en el multiverso en donde su vida “es otra cosa” y una dona negra sorbe los todos sus/los problemas de la humanidad.
Probablemente entre de las mejores decisiones de la dupla de directores, aparte de tener a Jamie Lee Curtis en el papel antagónico, y a James Hong en el elenco, están los rebotes entre universos en donde cada universo -en algunos de los cuales actúan piedras, o las personas tienen manos de salchicha- hace referencia a producciones icónicas del cine chino, como las historias de amores y desencuentros del gran Wong Kar Wai, o a películas de culto, entre ellas: Una odisea al espacio, Paprika, Ratatouille.
Llámenme romántico, pero el final de Todo a la vez en todas partes es muy bueno. Al final, no hay problema generacional que no pueda ser resuelto con una sincera conversación, mucha compasión y suficiente amor.
A diferencia de otros filmes sobre el multiverso, mucho más fantasiosos, y a riesgo de parecerlo, la nueva película de “los Daniels” no busca explotar la taquilla, pero sin duda dejará su huella en la historia del cine por su mensaje y por su innovación técnica, por la dosis saludable de sinsentido mezclada con ingenuidad y dulzura.

Radamés Larrazábal. Comunicador social. Profesor universitario.
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