Fernanda García Curten: “La bailarina ya venía puesta en mi escritura”

Entrevista de Adriana Morán Sarmiento

Una zapatilla de ballet con espinas de cactus ilustra la portada de La reemplazante, la primera novela de Fernanda García Curten, mención Casa de las Américas (Cuba, 2009) y publicada en Buenos Aires por la editorial Bajo la luna. Se trata de una historia llena de sensaciones que desnuda la psiquis de Nadia, la segunda bailarina. La que está donde no debe o, por el contrario, la que entra en escena en el momento oportuno para contar esta novela.

Cuando era niña, Fernanda incursionó en el ballet y esa actividad la marcó de por vida, al igual que su visita a México. Estas experiencias las vuelca en su ópera prima. Antes solo había escrito cuentos. Su primer libro «La noche desde afuera» obtuvo el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes; mientras que «Cuentos condenados» recibió el Primer Premio Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, en Puebla, México.

Nacida en San Pedro, una pequeña localidad ubicada en la provincia de Buenos Aires, la narradora supo hacerse su propia voz en la literatura argentina. Con sus conocimientos de psicología, pone en juego los diversos matices de la personalidad. Con una prosa cargada de percepciones, nos entrega una Nadia compleja y fascinante.

-¿Cómo pasaste de escribir cuentos a esta novela tan bien lograda?

– Desde que comencé a tomar notas para la novela hasta el presente ha pasado tanto tiempo que se desdibuja un poco todo. Creo recordar que los primeros apuntes son simultáneos y hasta anteriores a muchos de mis primeros cuentos. Siempre supe que no se trataba de un cuento y ese proceso, desde las más remotas versiones hasta el libro publicado, me llevó muchos años. No sólo llegar a la forma definitiva del texto sino al sentido de lo que estaba escribiendo que, en verdad, son una misma cosa. Me veía en una tarea de arqueóloga, despejando el ripio hasta cierto dibujo que se revela, filos y salientes de la ciudad enterrada. Nunca se trató de una historia clara desde el vamos, de un argumento predeterminado; nunca me sentí tan a oscuras durante tanto tiempo. Si me preguntaban qué estaba escribiendo me era muy difícil explicarlo. Siempre estuvo el personaje de la bailarina, Nadia, que en los comienzos ni siquiera se llamaba así y entonces era muy joven, hasta que empezó a cumplir años y se volvió una señora de treinta y pico bajo el cielo de Puebla. Pero me quedo pensando en la última palabra de tu pregunta –lograda– y lo cierto es que no creo mucho en esto del logro, es decir, si pienso el término en su acepción de conseguir exactamente lo que uno se proponía hacer, o pretender haber llegado a la forma perfecta. La sensación real es apenas la de haber vencido la imposibilidad. Me quedo entonces con la idea, no de lo alcanzado sino de lo inconcluso. En este sentido, me gusta más pensarla como una novela posible.

-La reemplazante tiene una carga psicológica importante. Por momentos, algunos personajes parecen fantasía de Nadia, ¿de qué manera logras mantener esta carga sin caer en lo abrumador?

Quizá sumergiendo de a poco al lector en la lógica del relato. Volviendo más familiar esa extrañeza que el personaje siente, como decir, haciendo que entre en la olla cuando el agua aún está tibia. Pero francamente esto lo pienso ahora, no es algo que me haya propuesto, ni siquiera sé si resulta. Pienso que lo abrumador está puesto en el personaje. Es ella, Nadia, la que está abrumada. La historia en sí no importa demasiado, al fin de cuentas pasan muy pocas cosas en su argumento. Si bien hay un afuera en la novela, el lector sólo ve ese afuera a través de la mirada distorsionada de Nadia. El entorno magnético, un México barroco e impredecible, se percibe sólo desde la perspectiva de la reemplazante. De los otros no se sabe más que lo que ella ve o cree ver de ellos. Los otros son siempre los otros. Entiendo que no es un texto ligero, que el lenguaje y el tono exigen un ritmo particular de lectura. Es pura introspección, a pesar de las diferentes escenas, a pesar de los otros personajes. Quizá esto se equilibre con cierta tensión sostenida, cierta latencia de aquello que nunca alcanza una forma acabada y que, paradójicamente, puede funcionar como un hueco o un respiro.

-¿Lo femenino es constante en tu obra literaria?

-Si te referís a una mirada femenina, es posible. Soy mujer y escribo desde ese lugar, pero también desde el lugar de una mujer en particular, un ser humano, es decir, yo misma. Inevitablemente escribo desde allí. Si hablamos de una temática, no lo creo. En literatura podemos encontrar universos más femeninos o masculinos pero no creo en una literatura -que valga la pena, al menos- de temas absolutamente femeninos o absolutamente masculinos, por separado. Como lectora, nunca he tenido problema en identificarme o conmoverme con personajes a secas –masculinos o femeninos- escritos indistintamente por autores o autoras. Si pienso en mundos donde se mueven personajes tan diferentes entre sí como monumentales: Emma Bovary, de Flaubert, el Adriano, de Marguerite Yourcenar, Gregorio Samsa, de Kafka o Madame Francinet y la nena de “Final del juego” de Cortázar, en fin, pienso que sólo hay temas humanos. A partir de allí habrá buena o mala literatura.

Nadia se construye desde lo que no dice ¿cómo diste forma a ese personaje?

-Una dificultad con los diálogos fue la llave de un pequeño hallazgo. Esto se volvió central para la construcción del personaje y para el tono de la novela. No podía armonizar las voces de los personajes en las escenas. Sentía que el tu de los mexicanos chocaba con el modo de hablar “porteño” de la reemplazante. No sólo me molestaba al oído y a la vista; una cosa es escuchar hablar, la otra, verlo en el papel. Sentí que esto le quitaba unidad a la prosa y que hacía inverosímil la escena. Los personajes mexicanos encontraron su voz sin problema, tanto el tu como el usted y sus construcciones verbales se me hicieron muy naturales, no así las palabras de Nadia. Y creo que esta incomodidad iba más allá del mero uso del tuteo o del voseo; cuando Nadia hablaba, no me la creía como personaje. Entonces le quité la voz. Supe que el narrador en tercera persona podía contar lo que ella había dicho. Así, ella sonaba siempre como en sordina. Su voz y su pensamiento podían manifestarse en una zona más difusa, como detrás de un velo, lo que me permitía jugar con qué había sido verdaderamente dicho o tan solo pensado. Entendí que ella estaba allí como si no estuviera, que no se sentía real, y que esto se debía a que no era la invitada oficial, a que ella iba en reemplazo de otra. En su caso, alguien que no cree ser la elegida ni la protagonista genuina. Al quitarle la voz le di una voz. Encontré el personaje, el tema y hasta el título. Y descubrí algo que ya estaba allí, no lo tuve que inventar.

-La reemplazante tiene escenas que recuerdan a la película Cisne Negro ¿afecta esa relación al libro?

-Un autor no tiene control sobre qué películas o libros o qué contingencias de la realidad remiten a alguno de sus textos. Si afectan, lo hacen, justamente, en la medida en que son parte de la realidad. Estas asociaciones son naturales y las hace cada uno a partir de lo que conoce del mundo. Creo que había muy poco, de ficción, sobre el ambiente del ballet, y el film de Hollywood que mencionás se ubicó masivamente como referente de la vida de la bailarina clásica. Puede ser un poco absurdo y hasta gracioso aclararlo pero para cuando se estrena la película, mi novela ya estaba escrita hacía muchos años e incluso ya había recibido la mención en el Premio Casa de las Américas, a fines de 2008. Claro que mi libro fue publicado recién el año pasado, si no la pregunta de qué recuerda a qué sería a la inversa, popularidad al margen (risas). Conociendo el mundo de la danza desde adentro creo que si se tocan en alguna zona lo hacen en un plano anecdótico, en el contexto de situaciones universales inherentes a ese ámbito o a la vida cotidiana de una bailarina de ballet. En mi caso no elegí una bailarina porque me resultara siquiera original ni por moda u oportunismo, incluso muchas veces pensé si a alguien podría interesarle un personaje así, y eso no me detuvo. La bailarina venía conmigo desde hacía más de veinte años, por no decir que ya venía puesta en mi escritura. Por otra parte, no tengo la exclusividad sobre la profesión. Igualmente no me gustaría que se acercaran a mi novela como a un libro sobre el mundo del ballet o la historia de una bailarina ya que, por otra parte, creo que no lo es. Es un personaje, un asunto humano al fin de cuentas, en su propia lucha existencial.

-¿Cuál es tu relación actual con México?

-Bastante platónica. (risas)

-Coordinas talleres literarios en Buenos Aires y San Pedro, ¿cómo se enseña la literatura?

Abelardo Castillo –a quien tuve el privilegio de tener como maestro- siempre dice que no se puede enseñar a escribir pero sí a corregir, y esto es mi premisa a la hora del taller, con respecto al acto de escribir, específicamente. Sí creo que, en el mejor de los casos, uno puede ir aprendiendo a corregir y que más allá del maestro o guía que tenga uno la fortuna de encontrar, pasado cierto momento decisivo, ciertas revelaciones, el camino de aprender depende absolutamente del trabajo y compromiso de cada cual. Pero hablábamos de la escritura. De allí a la literatura hay una gran distancia. No creo que pueda enseñarse la literatura, eso que sucede entre un texto escrito y un lector que lo completa. Quizá, lo más verdadero sea enseñar el amor a los libros, que se puede aprender a escribir leyendo; transmitir la palabra de los autores que comparten con nosotros su experiencia y ayudar a que al menos alguien encuentre su lugar de aprendizaje y de trabajo duro. Abrir algunas puertas que nos fueron abiertas a su vez, aunque suene un poco a lugar común, eso. Ya que el camino sólo puede encontrarlo cada uno en soledad.

-¿Has sido alguna vez la reemplazante?

-Concretamente nunca me tocó ser reemplazante, de todas maneras creo que, en algún sentido, todos hemos estado en ese lugar alguna vez. La condición de reemplazante me interesa por lo ambiguo. Es un borde, una cornisa de riesgo o de resguardo. Ser “el reemplazo” de otro puede significar haber sido designado en segunda instancia, permanecer en un plano secundario o cómodo, no haber tenido las aptitudes para ganarnos el lugar de titular o las agallas para soportarlo. Pero también puede ser un signo de poder potencial, una oportunidad de dar el paso, una corroboración de que somos capaces. Si me preguntás qué se siente, creo que todos sabemos qué se siente. Todos nos hemos sentido inseguros o no del todo capacitados para realizar alguna tarea o desempeñar algún rol. Todos nos hemos sentido desplazados en alguna oportunidad, o en la situación de desplazar. Pagar derecho de piso o tener que quedarnos obligadamente en el banco, como un jugador de fútbol ansioso por entrar a la cancha.

-¿Qué viene después de la primera novela?

-La escritura de una primera novela suele estar tan cargada de raíces, lastre, escombro y confusión, y de tanta cosa absoluta que arrastramos. En muchas ocasiones se trata de temas que necesitamos sacarnos de encima y que, más que elegir, parece que nos eligieran a nosotros. Escribimos, como dice Clarice Lispector, como si se tratara de salvar la vida de alguien, probablemente la propia. Con lo cual, lo que viene, puede ser un vacío inversamente proporcional a lo que significó su escritura. Y esto no tiene por qué ser malo o angustiante. Creo que ese vacío es una oportunidad, un silencio necesario. Y qué viene después. Quizá, con esa especie de suerte mezclada con desgracia, otra primera novela.

***

Fernanda García Curten (San Pedro, 1968) Se formó en los talleres de Sylvia Iparraguirre y Abelardo Castillo. Su primer libro de cuentos La noche desde afuera obtuvo el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes; Cuentos condenados, recibió el Primer Premio Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, Puebla, México. Integra varias antologías en México. Publica ensayos y textos críticos en distintos medios gráficos y digitales, tanto en el país como en el extranjero. Su primera novela La reemplazante obtuvo la mención de Casa de las Américas, (Cuba, 2009) y fue publicada por el sello Bajo la luna. Actualmente coordina talleres literarios en Buenos Aires y en el Taller de las Artes de San Pedro.

Revista Muu+
Junio 2014

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