Ezequiel Vila, por Lucía Vargas

“Lo que se mantiene en ese ida y vuelta entre medios, es la necesidad de contar historias”

Ezequiel Vila es poeta, docente e investigador. Reside en Buenos Aires y publicó su primer libro de poemas en 2013, mediante Años Luz Editora. 

Una tortuga muerta llega a la orilla de Playa grande consta de cinco poemas en dónde se ve reflejada una poderosa visión de la actualidad a través de un matiz muy personal. Mediante las historias contadas a través de los versos, su estilo evidencia la ironía y el humor con el que se recorrerá todo el poemario. 

Tocando temas actuales como el kirchnerismo en «Amo a una chica Kirchnerista» o los escenarios de las microhistorias de «Una tortuga muerta llega a la orilla de Playa grande», logra introducir temáticas atemporales como lo son las ideologías políticas, la muerte y el amor. En «Me doy cuenta de que no puedo ser Séneca» acerca la filosofía a la reflexión vigente, y desmitifica el amor con una cierta oscuridad en «Amputación»: sin prejuicios y con mucha originalidad, Vila revive tiempos y espacios para recrearlos en el presente audaz del poema. 

En esta entrevista, intentamos conocer al autor y su visión del mundo en relación con su literatura.

-¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Recordás por qué?

-De chico tenía una carpeta en la que dibujaba historietas que le pasaba a mis amigos y mis primos en las que parodiaba o inventaba tramas nuevas de alguna serie con la que estuviéramos todos enganchados en ese momento, como Dragon Ball o Oye Arnold, así que mi debut como escritor fue en el terreno del fanfic. No creo que en ningún momento haya dejado de hacer comics o escribir pequeñas historias así. Pero sí hubo un momento de quiebre, a los 15 años, en el que empecé a participar mucho en un foro de literatos donde la gente dejaba escritos y los demás usuarios comentaban. Yo venía de otro foro que había armado el mismo administrador, que estaba formado por un resto de gente que escuchaba un programa de radio que pasaban por Rock & Pop a la madrugada, “La convención de las tribus”, y cuando caí ahí me copó la propuesta de sumarle a los típicos debates forísticos la posibilidad de leer a los otros usuarios y que los otros te lean a vos en una veta más literaria. Ahí me hice de un grupo de amigos que me cambió la cabeza, conocí muchos textos que de otra manera jamás hubieran llegado hasta mí y fui partícipe de la irritante bohemia adolescente que en última instancia me hizo naufragar en Puan. Pero volviendo a la pregunta, digamos que la sociabilidad de Internet me dio un poco de manija para ponerle más trabajo a algo que siempre me había gustado, encontré un lugar de expresión personal y de desarrollo de inquietudes literarias propias, un poco más alejadas del plagio y la fantasía narcisista del fanfic (al que por supuesto sigo bancando).

-¿Qué te moviliza a escribir?

-Hay una pulsión de expresividad que me parece innegable, para mí y supongo que para cualquier artista. Lo que sucede es que si te conformás con eso, lo que terminás escribiendo es una mierda, o yo por lo menos no puedo no ser completamente grasa cuando suelto esa correa. Suelo escribir en contra de ese principio, me interesa más concentrarme y trabajar en las ideas que se me aparecen como algo ocioso, sin sentido, o que surgen a partir de imágenes que pueden ser horrorosas o simplemente graciosas, y a partir de ahí dejar que se vaya filtrando la emoción o las ideas que me obsesionan, pero siempre a partir de una historia. La voluntad de contar una experiencia (propia, ajena, inventada) y su interpretación suele ser un motor para la escritura. Por eso me gusta escribir poemas sobre cosas que parecen muy singulares pero que le podrían pasar a cualquiera, hoy. Soy medio tribunero. O para que quede más elegante, soy “generacional”.

– Desde tu visión como poeta, como docente y como lector e investigador ¿Qué pensás de la literatura actual?

-Con todos esos títulos puede hasta incluso parecer que me opinión es importante, nada más lejos de la realidad. En general no me gusta pensar, para fenómenos contemporáneos, dentro de la categoría literatura (acá me sale el investigador) sino en términos de ficción. Cada vez es más evidente que estamos sumergidos (y que fuimos criados) en una cultura mediática donde las historias circulan en múltiples dispositivos. Hoy lo vemos con el boom de las series de televisión, antes fue con el cine, en el futuro inmediato serán los videojuegos. Lo que se mantiene en ese ida y vuelta entre medios, es la necesidad de contar historias. Me parece que los mejores escritores que me llegan hoy entienden ese panorama, no se aferran a la idea de una literatura que es únicamente experimentación del lenguaje, ni tampoco saltan eufóricos hacia un mundo cibertextual que no existe. Me gusta mucho Leo Oyola porque me parece que combina bien ese nuevo juego, mezcla temas de la cultura popular con voces narrativas potentes y un tempo en sus tramas de clara inspiración cinematográfica. Obviamente, creo que la literatura tiene sus características particulares, pero no me sirve pensarla como una serie aislada, mucho menos concebirla como una cuestión para iniciados, ni mucho menos. Los autores que piensan en esos márgenes, por lo general, no me interesan y siento que en sentido estricto no somos contemporáneos.

– Decidiste publicar con Años Luz, ¿Por qué?

-Conozco a Flor Piluso, una de las editoras, desde hace muchos años por haber cursado la carrera de Letras y haber trabajado juntos en los inicios de la revista Luthor. Flor sabía que yo escribía y había ido a escucharme a varias lecturas. Así que cuando se juntaron con Juan Crasci y Sebastián Realini a armar Años Luz ella sugirió mi nombre y me pidieron que les mande algunas cosas.

– ¿Y cómo te decidiste a publicar?

-Como cualquier poeta qualunque, yo había fantaseado alguna vez con publicar un libro, pero la verdad es que no era algo que tuviera en mente o que estuviera tratando de alcanzar cuando me contactaron los chicos. Por supuesto lo tomé como un gran halago y acepté. Pero la realidad es que yo no tenía ningún libro pensado como tal, así que les mandé lo que me parecía publicable y ellos hicieron una selección. Cuando lo charlamos me pareció que estaba sensacional, que cerraba muy bien la idea. Ese proceso fue muy grato, contar con un editor que labure tu texto me sirve mucho como escritor. Lo mismo puedo decir de los chicos de revista NaN y revista Velociraptors, proyectos para los que a veces colaboro. Los menciono porque me parece que comparten lo que más me gusta de Años Luz que es que son independientes y saben valorar el trabajo. Con Años Luz no habría podido pedir por condiciones mejores. Por un lado, porque trabajan con licencias Creative Commons y yo soy algo así como un militante de la cultura copyleft (en mi vida privada y con otros proyectos como revista Luthor y EDEFyL). Por otro, porque me ofrecían algo rarísimo en este mercado: no solamente no puse un peso para publicar mi obra sino que me pagaron (y me siguen pagando) un porcentaje de cada libro vendido. Con gente así hay que ir a todos lados. Y por suerte hubo más lados a los que ir con ellos: el proceso no se terminó con la publicación del libro sino que siguió con lecturas, eventos, etc. Ahora sacaron Himnos nacionales, una antología de poemas mundialista en la que tuve el gusto de participar. Mi escritura creció mucho gracias a la movida que le dieron los chicos al libro y todo lo que vino después. Espero no haberme olvidado de pasar ningún chivo en esta respuesta (?).

– ¿Te importa el mercado editorial? ¿Y la crítica literaria?

-Me alegra muchísimo cuando alguien me escribe por Facebook para decirme que le copó mi libro o cuando en una lectura la gente se caga de risa con lo que escucha. Y esas cosas pasan en parte porque existe un mercado y porque existe la crítica. Claro que si no hubiera editado ningún libro seguiría yendo a lecturas y esas cosas seguirían pasando en alguna medida, pero el mercado y la crítica (aunque ahora que lo pienso no sé si alguien hizo alguna vez una crítica de mi libro) permiten que esas cosas sean más frecuentes en mi vida, por lo tanto me importa y lo aprecio. Ser leído me da mucho placer. Pero tampoco me vuelve loco, no podría ir a cuanta lectura haya miércoles, jueves, viernes, sábados… ni hincharle a los conocidos que escriben en algún suplemento cultural para que me publiquen una reseña, ni andar corriendo editores para ver si se puede sacar un libro nuevo o publicar en tal revista. En parte porque hago otras cosas además de escribir y todo eso es desgastante, en parte porque me parece un poco de mal gusto. No sé si soy humilde o si soy narcisista al punto de que me cuido de ser vanidoso para que no quede feo.

– ¿Qué planes tenés para tu literatura en un futuro cercano o lejano?

-Está la idea de sacar un nuevo libro el año que viene, que ponga en el papel algunos de los poemas que se gestaron a raíz de la circulación del anterior en estos dos años. Estaría en una línea muy parecida a los poemas de Una tortuga muerta… una suerte de hermano menor, capaz que un poco más pop. Si el libro anterior tenía referencias a Séneca y a Boccaccio, este tendría más Tortugas ninja, Wonderboy, Batman… Pero eso es la cáscara, en el fondo son poemas muy parecidos. Después mi idea es ponerle una pausa a esa escritura y pasar a otras cosas. Me gusta mucho el fantasy y la ciencia ficción y mis poemas no tratan en lo absoluto sobre eso, pero me resulta natural pasar de una cosa a la otra. Por ejemplo, y por si quedaba alguna duda de que soy un nerd gigantesco, ahora estoy escribiendo mucho para una campaña de rol, Dungeons & Dragons; y bueno, es una escritura doméstica, que queda puertas adentro, con mis amigos, pero no deja de ser una escritura, que por cierto como narrador me parece súper desafiante. De la misma manera creo que el guionado de videojuegos es algo interesantísimo y hay algunos proyectos que van por ese lado. Ah, y como decía Fogwill de los malos poetas, también tengo mis “novelas en preparación”.

Ezequiel Vila, lee «Amo a una chica Kirchnerista»

Revista Muu+
Agosto 2014

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