Carla Repetto

Relatos de Ciclo Alterno

El fin

Sintió cómo la mañana envolvía entre sus sábanas la calidez del sol que entraba por la ventana. La luz entraba pareja iluminando toda la habitación. Los espejos ayudaron a conservar el ambiente mientras remoloneaba entre almohadones que sin intención la habían rodeado.

Cuando abrió los ojos sintió el aroma del desayuno entre sus pestañas y lo identificó al instante: la cocina, las hornallas y los fierros que se calientan a fuego medio. La tostadora, la cafetera eléctrica y el crujir del agua caliente que atravesaba el filtro de papel color madera repleto de granos de café molido.

Estiró las piernas, los brazos y salió de la cama. Bajó las escaleras, no se lavó la cara, y sintió el parqué tibio del living. Era otoño. En la cocina no había nadie y sólo alcanzó a ver el verde brillante del jazmín del paraíso que estaba del otro lado de la ventana.

La tele estaba prendida y el olor ahora venía del garaje. Un olor tan particular que sólo podía compararse con el de las tiendas de locomotoras de colección a escala que venden en Once. Era una mezcla de plomo y metal como lo que deja en el aire un cable que acaba de entrar en corto. Olor a electricidad.

La maqueta estaba armada. Las vías, los trenes y vagones, las diminutas casas, las calles, los árboles, los cables de luz y los galpones. Las barreras, el pasto de mentira, los autos que se movían y las personas pegadas a la madera.

El ruido de la locomotora, y de los vagones que la seguían, una perilla que llegaba al tope y volvía al cero. Descarrilaban, volvían a andar. En la cochera hacía frío, y ella había bajado descalza. Miraba con atención el recorrido que repetían los trenes una y otra vez, alrededor de los muñecos y las casas sin vida.

Tenía hambre y prefirió subir en busca de algo caliente. La carrera del domingo sonaba de fondo y nadie entendía de autos. El murmullo era suave y seguía con la cara sucia. Cuando pisó el último escalón alcanzó a reconocer el lugar que ocupaba la mesa redonda de madera y las cinco sillas, que una vez por mes daban vuelta para cambiar las felpas de sus patas, pero estaba vacío haciendo honor a lo que no está más.

Sintió la nostalgia que sentía cuando daba la última vuelta a la llave que cerraba la puerta de la casa de vacaciones, esa pesadez abrumadora que la acompañaba siempre en los viajes de vuelta, en cada árbol del camino, en los palos de luz, las tranqueras y en el sol cuando ya se está poniendo. La misma que la obligaba a retirarse ya de la playa después de ponerse la campera arriba del buzo.

Algo no estaba en su lugar, estaba suelta.

Luna nueva – Día 10

Después de casi veinte horas de viaje en bus, llegó a Pipa. La famosa Pipa. Turística, reconocida, rústica y colorida, está de moda. Las familias, grupos de amigos, de amigas, chilenos, argentinos, franceses, finlandeses, austríacos, alemanes, australianos, escoceses, ingleses, suecos. Infinidad de lenguas que acertaban y desacertaban en el trabajo de hacerse oír, de contar historias o banalidades, de aprender otras, de vocalizar nuevas palabras, oír como suenan en sus bocas.

La lengua, incómoda, se apoyaba en el paladar o entre los dientes para pronunciar algo diferente esta vez, algo nuevo que aún sale con timidez. En ese momento, sus ojos se achinaban y, como si fuesen el lente de una cámara, se enroscaban y desenroscaban haciendo foco y desenfocando la imagen, intentando captar con la mayor nitidez posible lo que, si pudiese ser visto, se encontraba en su boca.

Algunas frases quedaron inconclusas, otras sólo se resumieron a un sonido o una expresión universal del rostro, a veces, con ayuda de los brazos y manos. Pero hay otras que jamás terminaron, que no pudieron ser expresadas con la intención deseada, se perdieron entre las risas y quedaron en la imaginación, en la libre interpretación.

A veces, con un esfuerzo inmenso del otro lado, se veían los manotazos al aire intentando atrapar las palabras perdidas, completando las frases y construyendo, dentro de ese desorden de lenguas, juntos, una bella historia. Un cuento corto de pocas palabras y frases cortas, preciso, con la información necesaria para poder ser reproducido una y otra vez. Así es como, a costa de los bondadosos, las historias se construyeron con oraciones de inverosímiles autorías.

Rogar

Convencer, persuadir o dar lástima, en el peor de los casos. Cada comunidad tiene sus formas de entrar, puesto que el ingenio y la creatividad del ser humano en esas circunstancias de la vida están abocados a ingresar en las cabezas de los mercantiles que buscan dinero. Entrar en ese juego extorsivo de la lástima y la súplica, entrar en esos corazones para generar remordimiento y compasión, entrar en un palabrerío que incomoda y genera culpa, entrar en la fría cuenta, suma, división y multiplicación de la economía, esa materia aburrida del ciclo básico de los seres humanos, de la vida del adulto, del económicamente independiente, del ahorrista, del que ahora en adelante debe hacerlo con toda su vida.

A mamá

Madre, llena de defectos y hermosas virtudes. Madre, de brazos suaves y carnosos. Madre, que traga sus lágrimas y no quiere oír. Madre, que se enoja, reprende y no se ha escuchado que diga perdón. Madre, que enseña pero se cansó de aprender. Madre, que no explica, que manda. Te extraño de grande. Tu cuerpo caliente, que contiene, tu voz dulce, que desea las buenas noches. Las manos que levantan el plato de la mesa intacto, estás enojada. Nos ves partir con los ojos doloridos y la boca volvés a cerrar porque no quisimos oír más. Madre, perdona como yo a vos por no entender, por no estar, por trabajar, por no ver, por no abrazar, por no volver, por no preguntar. Por crecer.

***

El libro de relatos Ciclo Alterno, fue publicado por Expreso Nova Ediciones.

Revista Muu+
Agosto 2014

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