Anónimo. Dinastía Han
Cantan los gallos en las cimas de los altos árboles;
los perros ladran en lo profundo del palacio.
Los vagabundos, ¿dónde están?
El mundo, en las cuatro direcciones, está en paz.
Las leyes penales no se condonan
y con la armonía se rectifican los nombres desordenados.
Oro para las puertas de los señores;
discos de jade para las vigas de los salones.
Arriba beben licor en parejas
haciéndose servir de cantantes de Handan.
Eran de verde jaspeado los ladrillos de los reyes Liu,
quienes después salían por la puerta Guo de los reyes.
Detrás de la residencia hay un estanque cuadrado;
dentro del estanque, parejas de patos mandarines.
Setenta y dos patos mandarines,
alineados y formando filas.
Chillan, ¡cuán quedos!
Los escucho en las habitaciones orientales del palacio.
Los hermanos son cuatro o cinco;
todos escoltas del corredor central.
Cada cinco días salen una vez
y los mirones llenan los lados del camino.
De oro los bozales de sus caballos;
brillantes, ¡cuán resplandecientes!
Un melocotonero nació en un pozo descubierto;
al lado del melocotonero nació un ciruelo.
Los insectos atacaron las raíces del melocotonero;
el ciruelo sustituyó al melocotonero y murió.
Los árboles se reemplazan mutuamente;
los hermanos se olvidan recíprocamente.

Poema de: El gallo canta su aurora Anónimo, Dinastía Han; 206 a.C. -220 d.C. ; de Poemas escogidos, por Wilfredo Carrizales.
Pintura: Marshall Jones @sweetmarshalljones