Bing bang
Todo el tiempo ocurre el Big Bang
otra vez las esquirlas de vapor, en su dinámica
giran y giran, hasta convertirse en asteroides,
en planetas. Nadie sabe cuándo ni cómo.
En 1994, por ejemplo, estalló el universo.
Con terror, me tomé de la mano de mamá
y cuando me di vuelta, vi a mi padre
contemplando en perfecto silencio
la casa vacía y las estrellas.
*
Tenía ocho años cuando vi
a mi padre, pidiéndole que no se fuera
y a mi madre, de brazos cruzados
en sus ojos el fuego de la revolución.
Me acuerdo de mamá, meses después,
tomando una cerveza
mirando la noche y las luces
desde los ventanales del piso 12
de nuestro edificio.
Mientras, seguramente papá
se retiraba a su cuarto
como los grandes animales
que cierran los ojos cuando cae la nieve.
*
En algún momento va a pasar
y como se disuelven en el aire
las casas, los imperios
la noche en que mis padres se separaron
también se va a diluir, pero ahora
todavía caminamos frente al mar, en invierno
–mientras, se agitan las ramas de los árboles
papá me dice que no tome frio
mamá dice es verdad
y me sube el cierre de la campera
y así nos amparamos
del viento del océano.
*
Por las escaleras de nuestra casa
subía mi madre tan enojada
que sus pasos formaban una escritura
cuentos breves como Monterroso
(cuando se despertó
el dinosaurio todavía estaba ahí)
y mi padre
se quedó mirando el verde
del pasto crecido y la humedad
que empezaba a expandirse en un rincón
como se abre de noche una flor negra.
*
Como un lodazal barre a su paso
con un pueblo entero, así
bajaban los gritos de mis padres
por las escaleras
como agua y tierra y la furia
de la gravedad o parlantes desconados
mientras suena Nevermind y Cobain
ya está cantando hello, hello
hello, how low?
hello, hello
hello, how low?
y aunque todavía faltan diez años
yo ya estoy agitando la cabeza
ya tengo 18 y soy uno más
uno entre tantos animales pesados
huyendo del barro, indómito, en la plenitud
de su instinto de supervivencia.
*
Sentí un alivio parecido al aire puro de las sierras
ese viento leve, esa frescura que corre
cuando todavía no se despliega una ciudad
el aire puro, como de valle,
de montaña verde, azul, verde, azul.
Perdonen la insistencia
pero fue lo que sentí
exactamente y en la cara
con los ojos cerrados
sin conocer Córdoba ni sus ríos
cuando mamá cerró la puerta
y ya estábamos afuera.
*
Pocas cosas se mudan con nosotros
nuestra ropa, ollas, dos o tres platos.
La mudanza es un bolso
pesado y negro.
Al poco tiempo desaparecen
la guitarra, los tomos de la colección
“El mundo del Arte”,
una cadena de plata del cuello de mamá.
Sobrevive, eso sí, en tapa dura
un libro de Alfonsina Storni,
su voz como una tarde
de lluvia intensa.
Yo seré a tu lado,
silencio, silencio,
perfume, perfume
Cierro los ojos. Escucho
el agua que cae, monótona
contra la ventana de vidrio
de mi nuevo cuarto.

Patricio Foglia (Buenos Aires, 1985). Publicó Temperley (En el aura del sauce, 2011; Subpoesía, 2013), Lugano 1 y 2 (Viajero Insomne, 2014), La escafandra (Mágicas Naranjas, 2015), Tokio (Caleta Olivia, 2016) y Todo lo que sabemos del cielo (Caleta Olivia, 2018). Compiló y prologó la antología de poesía y ciencia ficción Los fuegos de Orc (Mágicas Naranjas, 2016). Coordina el sitio malonmalon.com.ar. Colabora en el ciclo de lecturas El Rayo Verde, que organiza Osvaldo Bossi. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, El pájaro rojo (Caleta Olivia, 2017), de Mary Oliver.
Foto de Elda Caridad
Revista Muu+
Marzo 2019