Fotocopia
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Mi papi un día me chupó. Yo era re chiquita y jugábamos a ser Pongo, el perro de la peli. Jugábamos en la cama y mi papá ladraba como un perro y cuando me agarraba me pasaba la lengua por la cara. Yo no lo podía agarrar nunca a papi, porque caminaba en cuatro patas en la cama, re rápido. Decía que le picaban las pulgas y que me las iba a contagiar. Y cuando yo lo agarraba se tapaba todo con la frazada. Qué estúpido. Y me pasaba la lengua por la cara y ladrando.
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Me levanté y fui en piyama a la habitación de Lucy. Estaba seguro de que ella se había quedado a dormir. Pero el cuarto estaba vacío. La cama la había puesto en el patio, con almohadones, como si fuese una reposera. No había libros, muñecas ni nada. Me preparé un café y lo tomé sentado en la escalera, mirando las plantas. El limonero se había secado. Saqué la llave que colgaba de la puerta y raspé el tronco. No tenía savia. Julián me lo había regalado. Hacía unos días decidimos dejar de vernos, por lo menos por un tiempo. Llevábamos muchos años de estar juntos y cada vez peleábamos más. No quise que el limonero se viera seco. Busqué los adornos de navidad, que estaban en una bolsa negra, debajo de la escalera. Decoré con las bolas de colores y las guirnaldas desflecadas, con papel metalizado las ramas secas. Le puse las luces y las enchufé. Están encendidas, titilando, hasta el día de hoy.
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Lucy me atendió el celular. Le conté que había terminado con Julián. Ah, me dijo. No pude darme cuenta si estaba contenta, triste o indiferente. Arreglamos que iba a ir a casa el viernes a la noche, para llevarse la plata de la mensualidad. Puse la mesa a la tarde, para después leer tranquilo, tirado en el sillón. No vino y no me avisó que no iba a venir. Cuando la llamaba no atendía.

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Jugando al Memotest saqué la cuenta: si lograba verla ese día y de ahí en adelante, calculando que yo pudiese vivir hasta los setenta, me quedaban más o menos treinta años. Si lograba verla, aunque sea, una vez por mes, para darle el dinero de la mensualidad. Teniendo en cuenta que ella tenía trece y que yo le pasaría la plata hasta los dieciocho; la vería setenta y dos veces más en mi vida. Y si calculaba, que cada encuentro duraba una hora promedio, setenta y dos horas era el tiempo de interacción, casi asegurado, haciendo bien las cosas, que podía estar con mi hija. O sea, tres días enteros.
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Separé la ropa que Lucy ya no usaba. Saqué tres bolsas de consorcio a la calle. Alguien se las iba a llevar.
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Quedamos en encontrarnos en Acoyte y Rivadavia. Quería comprarle ropa. Como no apareció, fui a buscarla. Lucy atendió el portero, era su voz. Pero se hizo pasar por otra y me dijo que Lucy no estaba. Le dejé un anillo, envuelto en un paquetito rosa, al novio de su mamá. No estoy seguro si lo recibió.
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Selección de textos de la novela Fotocopia, de Facu Soto (Paisanita Editora 2017)
FACU SOTO (Rodolfo Facundo Soto) nació el 30 de marzo de 1972 en Buenos Aires. Es escritor, periodista y psicólogo. Fue jugador de fútbol en Los Dogos. Lleva editados varios libros en distintos géneros, donde escribe sobre la sexualidad, sobre la búsqueda, sobre los encuentros. Algunos de los últimos, por citar algunos, son El club de la paja (Eloísa Cartonera, 2016), El brillo de tus braquets (27 pulquis, 2016) y El cielo en la mesa (Subpoesía, 2016).
Fotos: Aldana Antoni
Revista Muu+
Abril 2018