Poemas de Esteparia
lengua esteparia
desagotaré el límite de lo exacto
sufriré el naufragio más quieto
tragándome en mi intemperie.
mi pie partió y fue feliz.
mi puente se partió y fue feliz.
mi cuerpo se quebró
nací de mí,
de mi quebrado brote
en fatigas y barcos,
en oráculos que se doran
junto al dios de un ojo,
el que oye
penetrar mi lengua esteparia.
la flor también me nombra y la guerra
madre le temo
al nombre que me has puesto
porque mi nombre es
imposibilidad de ser ángel
gómel
mi abuelo lo único que hacía era afeitarse y temblar
frente al televisor.
mi padre todas las mañanas se perdía en el campo,
transformado en un punto tridimensional de la nieve.
regresaba con una sonrisa mística en su rostro y nadie
sabía por qué.
en verano también esa misma sonrisa y frutillas
en sus manos, en primavera frambuesas.
la sonrisa de mi padre traía frutos maravillosos.
mi abuelo temblaba cada día más, su cabeza recaía
como mandolina y se erguía como un piano.
un día mi padre regresó con manzanas
mi abuelo dio con la clave del silencio.
tus ojos se han vuelto mi cenicero
días y noches te he escrito, la primera frase era no existe Rusia, París no existe.
manos se vuelven más y más invisibles, besarte es besar una pared en blanco,
y no nos hemos besado.
miro este cuerpo tan cuerpo, cuántos lo han amado (¿quién podría amar
un cuerpo perdido?), cuántos inviernos prematuros festejaron en su vientre.
al margen de esta hoja se escribe mi vida, y se asusta y se intenta poesía,
se intenta verso claro que fracasa y se vuelve cuerpo.
leo el testamento de Kafka como única carta de amor. pronto en París caerá
la nieve. en Rusia también, otra nieve. vendrá la primavera por vientre.
los que me han amado intentarán volver a mí por la fuerza.
querido, tus ojos se han vuelto mi cenicero. besarte es besar la desventaja
del tiempo.
leo el testamento de Kafka, lo único que me queda.
mientras, regresan tranquilos los que me quieren santa y desnuda.
huida
era pequeña y caminaba entre los abedules del bosque.
la oscuridad se veía blanca y jugosa.
el musgo en forma de lenguas me acariciaba la piel.
así perdí mi inocencia: inocentemente.
casas de madera, juguetes rendidos a las rodillas lastimadas,
el cantar del gallo.
el primer desamor, no lo sé, la huida.
nostalgia
¿por qué nunca me tomaste de la mano
mientras me desconocía cruzando las calles?
*
asustada supe que llovías sin mí
que para eso no me necesitabas
*
nunca tuvimos después
después tuvimos nunca
el error nos hizo en la noche
ayer prohibieron
en mí la lluvia,
el crecimiento lento de los árboles,
los mendigos que corrían
persiguiendo mi lluvia prohibida.
ayer en mí prohibieron
el Ayer junto a todos los cuerpos
del silencio.
entonces fui grito de roble
o de lluvia.
*
todo lo que podrían esconder mis ojos, se duplica
y yo me hago una a la vuelta de mi espalda.
*
suena la música del desconcierto,
sordos ángeles la danzan
sobre metáforas que abandonan.
***

Natalia Litvinova nació en Gómel, Bielorrusia, en 1986. Actualmente reside en Argentina. Es poeta y traductora de poetas rusos. Publicó: Esteparia (Ediciones del Dock, 2010), reeditado en el año 2013 en España, Uruguay y en Córdoba; Balbuceo de la noche (Melón editora, 2012); Grieta (Gog y Magog ediciones, 2012); Rocío animal (La Pulga Renga, 2013); Todo ajeno (2013) publicado en Argentina (Melón Editora) y en España (Vaso roto), y Cuerpos textualizados (Letra viva, 2014) escrito en coautoría con Javier Galarza. Compiló y tradujo las antologías El ruido de la existencia (Editorial Leviatán, 2013) de los poetas rusos VladislavJodasevich y Serguéi Esénin, y El espejo equivocado (Melón editora, 2013) de Cherubina de Gabriak. Dio cursos en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, coordina la sección dedicada a las letras argentinas de la Revista Umbligo. Publicó Cuerpos textualizados (Letra viva, 2014) escrito en coautoría con Javier Galarza.
Revista Muu+
Agosto 2014