Por: Agustín Baralt.
La despedida duele y asusta más que la muerte misma. La contabilidad del dolor: 103 días y sus noches acompañando a un padre que se olvidó de la vida. Luego, queda el silencio y una rara sensación de cansancio. Pero despedir una vida también conlleva a una revivir los orígenes propios, a la recuperación del pasado, de la casa donde quedó nuestra infancia. La de Fafi Ricagno, puede decirse, quedó en Vicente López, esas pocas cuadras que fueron la pequeña Europa de su niñez, en el misterio de aquellos hombres y mujeres grandes, extranjeros, que hablaban lenguas extrañas y, sin embargo, compartían la misa y la cotidianidad como si la entendieran de siempre.
La autora reconstruye, a través de los recuerdos, cómo una fuerza invisible y destructora parecía perseguirlos, sembrando desgracias y desconfianza en la familia. ¿Era realmente una maldición aquello que los acosaba, o simplemente el azar llevado al extremo? Ricagno no ofrece una respuesta fácil, pero sí una reflexión profunda sobre cómo las creencias y el miedo pueden moldear el destino de una casa que se pensaba resguardada.
Frente a esta amenaza, surge la figura de la madre, una mujer cuya fortaleza y determinación se convierten en escudo protector. Ricagno pinta un retrato equilibrado de esta mujer que, con voluntad férrea y amor incondicional, enfrenta el miedo del futuro incierto y el dolor más profundo de la pérdida. Su lucha no es solo contra una supuesta maldición, sino contra el desmoronamiento emocional de quienes la rodean. En un mundo donde lo inexplicable asusta, ella se erige como faro poderoso.
Más allá del elemento dramático, la novela es también un ejercicio de exploración identitaria. Acercándose a su padre, Ricagno indaga en su propia historia, reconstruye no solo hechos, sino también el silencio de ese padre que la marca para siempre. Hay una búsqueda de “reconciliación con su pasado”, un intento de entender cómo las adversidades forjaron el carácter de su familia. La escritura se convierte así en un acto catártico, donde lo que «debe quedar entre nosotros» finalmente se revela, no como un secreto, sino como un legado de resistencia.
Que quede entre nosotros es una novela que trasciende lo anecdótico para convertirse en un homenaje a la familia y al espíritu porteño que, no casualmente, atraviesa toda la novela con cierta nostalgia y regocijo. Fafi Ricagno logra equilibrar el suspenso, la emotividad y la introspección, entregando una obra que resuena en cualquier lector que haya enfrentado sus propios fantasmas.

Que quede entre nosotros
Fafi Ricagno
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