Sobre «Sigo sin saber de ti», por Stefania Agoglia.
«La soledad de los que escriben está habitada, al fin y al cabo, por una multitud de formas, de letras y de voces. ¿Quiénes somos para identificarlas o juzgarlas, para desdecirlas o espantarlas?», dice Carlos Skliar en «Escribir, tan solos». Creo que si Peter Orner leyera estas líneas le contestaría al autor argentino que el acto de la lectura implica esa misma soledad que contiene multitudes.

El autor norteamericano de “Sigo sin saber de ti”, lleva tres libros de cuentos y dos novelas publicadas, también escribió dos libros de ensayos sobre su vida y la literatura que lo convoca. “¿Hay alguien ahí?” es su primer libro traducido en Argentina por la Editorial Chai y fue finalista al Book Critics Circle Award. Peter Ornervino a nuestro país para la Feria de Editores en el 2022, y en una conversación titulada “Leer para vivir y vivir para leer” allíse refirió a su primer libro de ensayos: “Quería crear una conversación cercana con el lector, de uno a uno, estas son historias de no ficción en las que traté de decir la verdad –aunque no siempre lo logré- pero sí me propuse que todas tengan un núcleo de emoción, trasmitir historias que me emocionaran y alcanzaran a ese otro lector a su vez”.
Puedo afirmar que Orner es de esos escritores que, como decía Salinger, una vez que los leemos, deseamos que fueran nuestros amigos y pudiéramos seguir en las páginas de sus libros por más tiempo. En estos nuevos ensayos el autor nos cuenta, casi como breves confidencias, historias tanto ficcionales como personales que han marcado su vida. Continúa en este libro esa conversación cercana a la que hizo referencia en «¿Hay alguien ahí?»
Uno de los temas que recorre el libro es sobre el rol de quienes leen: “Los grandes lectores son, por naturaleza, desconocidos. Porque esos lectores -los pocos que existen o han existido- pasan página tras página bajo un silencio clandestino y rara vez comparten sus pensamientos por escrito o emiten sus opiniones en voz alta”, dice Orner y declara a Kafka como un lector insuperable. Lo maravilloso, aclara, es saber que escribía sus reflexiones en un cuaderno que sólo él leería. Hablaba con las paredes y escribía hipótesis únicas sobre El Quijote, como que Sancho fue quién inventó a su compañero de aventuras para sentirse menos solo, para expulsar de su mente a aquel lunático alegre. En varios textos del libro se transmite esta necesidad de que los pensamientos de los lectores no queden en cuadernos perdidos sino que impulsa la idea de reflexionar, de tener lecturas significativas que nos lleven a querer hablar de aquellas historias.
Si tuviera que aproximarme a una definición de “Sigo sin saber de ti” diría entonces que es un diario íntimo de lecturas. Para un gran lector, como lo es Orner, los libros se entrelazan con su vida de una manera perfectamente reconocible. Realidad y ficción, un mismo menjunje para entender la propia historia. Aquí el autor intenta dejar de ser ese «lector anónimo» al que hace referencia, para convertirse en un lector que no le habla a las paredes como Kafka, sino que abre la conversación para unir a más y más lectores.
En este libro dividido por capítulos que empiezan con el amanecer y terminan en la noche, Orner indaga también en sus vínculos tanto familiares como de parejas que han pasado por vida. En el libro anterior había un hilo, tal vez, más marcado por la muerte de su padre y su relación con él mientras que en este encontramos más variedad de experiencias y personajes que acompañan sus relatos.
En uno de sus textos hace referencia al poema “La idea de la descendencia” de Etheridge Knight
“Llevo el mismo nombre que un abuelo, tres primos
tres sobrinos
y un tío. El tío desapareció cuando tenía 15 años, tan solo
se fue, se subió a un tren de carga (dicen). Todos los
años se habla de él
en las reuniones familiares, es causa de controversia
en el clan, es un espacio vacío.”
Y Orner comenta: “Todos tenemos a alguien que se subió a un tren de carga, a un autobús o a un avión. O que tomó su coche y se fue. O que se divorció de ti, o tú de él o ella. Las personas son espacios vacíos.” Hay en estas páginas infinidades de espacios vacíos de los que el autor deja registro de alguna manera, allí estuvieron, esto ocurrió. Su hermano, su madre, las idas y venidas con sus parejas, sus hijos, su padre. Y mientras la vida ocurría, la lectura fue refugio, y hoy en sus ensayos se convierte en puente.
En esa proposición de ser un conector entre lecturas y posibles lectores, los ensayos del autor nos acerca a miles y miles de historias que por alguna razón lo han conmovido, sean cuentos, poemas o novelas, y nosotrxs que estamos del otro lado acompañando sus divagaciones podemos llevarnos de estas historias un mapa de recomendaciones.
Entre todas esas recomendaciones de libros que nos acerca el autor, elijo un ensayo en particular sobre «Mi libro madre, mi libro monstruo» de Kate Zambreno. Orner reflexiona: » Hay cosas que no debemos intentar expresar con palabras. Tratar de explicar el dolor es traducirlo, y la traducción, a pesar de lo importante que es, de todos sus méritos, jamás será la cosa en sí misma. Una solución imperfecta: condensar, destilar, omitir».
Y agrega: «La ausencia, desde ya, también pesa. Es el mayor peso. A lo mejor por eso volvemos siempre a los objetos, a las cosas más pequeñas que sobreviven a las personas. En el hospital, Zambreno revisa la cartera de su madre y hace inventario: un pañuelo de papel usado. Crema para manos. Un lápiz labial sin estrenar. Una billetera vacía. Restos de tabaco suelto revistiendo el fondo».
