Todo artista es un ladrón.
Federico Hurtado es artista.
Luego, Federico Hurtado es un ladrón
Por: Damián Masotta
Haciendo eco a su apellido Federico roba. Y roba porque es un buen artista. Los buenos artistas roban siempre, son los que pueden tomar del universo lo que quieran y con eso producir un acto positivo de creación que siempre le hace bien a la humanidad.

Es arquitecto y se nota en su obra prolija, cuidada, hecha con dedicación y atención al detalle que hay que saber ver.
También y encima, es collagista y por lo tanto doblemente ladrón. Hurta por artista y roba por collagista. Los collagistas son una subespecie de la especie artista que tiene entre otras características la de juntar de todo, pero de todo aquello que les gusta y que encuentran en sus andanzas por el mundo (sobre todo en las urbes hiperpobladas como Buenos Aires y aledaños). Hurtado debería haber nacido en alguna comunidad originaria de Latinoamérica por varias razones y una de ellas es el hecho de que su apellido pareciera haberle marcado un destino.
El arquitecto y collagista es también escultor. Quizás todo buen arquitecto sea un escultor que trabaja el espacio y lo modifica. Pero hay pocos buenos y que sean las dos cosas. En esta oportunidad Hurtado es el escultor que se divierte siendo parte, quizás sin saberlo del todo, de una gran herencia de artistas, escultores y artesanos que, en Latinoamérica, África, Asia, Oceanía, el mundo persa, las estepas rusas, y hasta en el ártico han sabido crear arte como se viene haciendo desde los comienzos de la hominización hace miles de años.
Mas allá de las modas del mercado del arte, Federico Hurtado es un escultor fiel a lo que siente y sabe como propio, sus esculturas son herederas y parte del caudal infinito del llamado erróneamente arte popular de nuestro continente (y decimos erróneamente porque esta categoría sirve para explicar a lo que nos referimos pero ha servido tambien para establecer dentro de la creación humana discriminaciones provenientes de conceptos ajenos al arte como son la raza, la clase social o el lugar de origen de las producciones).
Su obra es hermana de todas las creaciones de artistas que no tienen nombre, a quienes no les interesa tener nombre, ni fama, ni un lugar en los sitios de legitimación social dentro de nuestro sistema occidental capitalista.
El arte que no pretende estar dentro del sistema no tiene nombre de arte. Y no tiene nombre de arte porque no es un objeto, sino que es un acontecimiento. Por lo general es un acontecimiento festivo, alegre, o bien trágico y por lo tanto triste, es siempre parte de un rito. Es un acontecer ritual que deja objetos en el camino, deja restos en su andar a los que luego llamaremos producciones del arte u obras u otro nombre de moda.

Los seres que aparecieron de las manos de Federico tienen colores fuertes, son de madera trabajada, tallada, ensamblada, hechos de troncos cortados en los jardines de alguien y de restos de muebles encontrados por ahí.
El artista cartonero/reciclador no para y transforma todo, y esa transformación tiene varios elementos dentro que provienen del lugar desde donde el mira y disfruta el mundo que habitamos.
Son esculturas aparentemente simples, que al hermanarse y ser de la familia del arte no hegemónico, popular, vulgar (del latín vulgaris, vulgar es alguien o algo perteneciente o relativo al vulgo -el común de la gente popular-, el concepto hace referencia a aquello que es impropio de personas cultas o de buena educación), expresan con lenguaje propio lo que están destinadas a decir. Son observaciones. Son gritos. Son llamadas de atención, a la vez que vigías y guardianes. Están pintadas con colores fuertes, chillones, ordinarios y con restos de pinturas encontradas también en sus caminatas interminables. Representan seres diversos que provienen de un imaginario que ha sido alimentado por viajes dentro de América Latina y por una evidente cultura televisiva acorde a su edad. La rata ácida es un Miki reloaded que nos habla de un artista que ha pasado las cinco décadas y sigue divirtiéndose entre el recuerdo de su infancia y la observación del presente. De esta observación no ingenua del presente y la admiración mas allá de todo del arte de los pueblos es que sale esta mixtura de tótems hieráticos de personajes, casi todos sonrientes, que nos observan desde su ironía popular como cuestionando nuestra propia mirada. Y cuestionan porque al observar la obra de Federico Hurtado uno en principio sonríe con condescendencia hasta que se da cuenta que los que sonríen con cierta disfrutable maldad son los diversos seres que nos miran a nosotros y se burlan de nuestro modo “inteligente” de mirar.
El vigía rojo con sus antenas largas y su pico casi hasta el piso impone el mismo respeto que el rollinga rajado por el trabajo de la madera, en ellos y en la mayoria de los personajes están exacerbados los ojos, grandes y sobresalientes que miran directo y perforan, cual íconos rusos a sus devotos, siguiéndolos con la mirada.
La obra se burla y se divierte porque hay un artista que lo hace, le encanta decirnos muchas cosas y usa los guiños que su conocimiento de la historia del arte occidental hegemónico le permite. Así es que el grito de Edvard Munch aparece como una máscara infantil, pero ¿quién se tapa la cara con la máscara del famoso grito?, ¿a quién le hace burla? Uno se pregunta por el verdadero rostro del personaje al que se les ve las bermudas a lunares en sus piernitas flacas y cercanas, mucho mas cercanas que el trastornado grito de del noruego Munch. Nosotros sabemos que conocemos su rostro, pero no lo asociamos al arte, pero ese no es un problema suyo, sino nuestro.
El arte es una producción humana tan antigua destinada a sobrellevar la incierta realidad de la existencia que todas las culturas y grupos han producido esta realidad a la que la historia desde no hace tanto le ha dado en llamar arte. Siempre estuvo y está ligado a la intención de soportar y responder las grandes preguntas, así como tambien de conectar con lo desconocido y de cuestionar lo establecido, aún la propia mirada sobre su existencia.
Aquí un artista, arquitecto, recolector/cazador/cartonero y ladrón responde a su destino, ¿sabiéndolo?: no lo sabremos. Sus seres surgen desde su aquí y ahora, así como desde el ayer desprejuiciado de los tiempos donde el arte era y es rito y fiesta, burla y carnaval.
Revista Muu+ Enero 2021
Un genio. Federico. Y el periodista(Damián) desarrolla como un cuento lindo la historia, gracias!
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Gracias Orie, Saludos!
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Excelente nota, gran cronista al que no conocía (te pienso seguir desde ahora). Y bueno, qué decir de mi amigo Hurtado. Que un día le voy a comprar una escultura para poder verla todo el tiempo, en mi casa, estilo avaro. Amé las últimas dos imagenes. Es el epítome de lo que él hace: Popi está escondido ahí, tras la máscara.
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Jajaja… qué bueno que te gustó Nil
¡Bienvenidx a la comunidad Muu+!
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