Pienso en el final

El último viaje a la psique de Kaufman

Radamés Larrazábal.

No por nada, hablando de (grandes) filmes basados en (grandes) libros, Pienso en el final (Everything ends now) despunta en el streaming como un divisor de aguas en 2020.

La novela de Iain Reid, y el largometraje por el que responde Charlie Kaufman (tercero escrito y dirigido por él mismo), se desplaza con total seguridad a través de una densa niebla semiótica nada ajena a Kaufman.

No tan densa como Synecdoche, Nueva York (inmortalizada por Philip Seymour Hoffman), más al estilo de Being John Malkovich. Algún crítico dijo: “puede exasperar a los espectadores más comprometidos”. No sé con certeza si sentirme “comprometido” espectador, o no. 

En verdad mi perplejidad llega hasta no saber si vender esta película por las fenomenales actuaciones de Jessie Buckley (Judy, Beast, Fargo) y Jesse Plemons (Breaking bad, The Post, The irishman, Other People), por la solidez de su guion, o por la puesta en escena de imágenes exquisitas, tan fascinantes como inquietantes. 

Pienso en el final puede inscribirse en el discurso de lo deleznable de la existencia humana, tanto como en la mesa de la soledad y sus efectos en las habilidades -o incompetencias crasas- para socializar. Menos misantropía que en otros filmes del director y más ejercicio de autocomprensión expuestos en una fascinadora composición de consternación psicológica.

Se ha comparado con una pesadilla salida de una película de Linch. A riesgo de ser petulante, no voy a decir que no a eso, aunque la obcecación intelectual que Kaufman ostenta en esta osada propuesta -algunos opinarán que es la más retadora- le deslinda del competidor más cercano. Hallo más fácil conectarse con la obra de David Linch -en verdad con la de muchos otros- que con el abstraccionismo de Kaufman. De que no es para todo público, no lo es.

El maestro de los guiones metatextuales se permite en este su más reciente trabajo, entre otras licencias, una verdadera indagación teatral, sucesiones de referencias fílmicas, así como mezclas de técnicas visuales que podrían desconcertar sino se leen en el “contexto Kaufman”.

Solamente el abordaje filmográfico de Pienso en el final ya es un tema que amerita incontables discusiones. La construcción de sus puestas en escena y el ritmo casi pendular de su narrativa, me atrevo a decir que constituyen objeto de estudio.

A fin de cuentas, el remanente de Pienso en el final es un recorrido por los intersticios mejor guardados del ser humano de la mano de un sujeto genuino, un plausible patrimonio cultural de la humanidad. Cada travesía a la psique de este director vale hasta el último segundo de cinta.

Radamés Larrazábal. Comunicador social. Profesor universitario.
@catedralivre – conustedes@gmail.com

Revista Muu+ Octubre 2020

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