Jacqueline Goldberg

Oficios terrenales

yo que maldigo y recaigo
que tuerzo el curso de una hormiga
para verla enloquecer
doy fe de que hay palabras anegadas en niebla
banderas como magnolias
boqueando en los márgenes
de la común desdeicha

*
me he vuelto ceremoniosa
han dejado de interesarme los ruidos
el silencio de los demás
prefiero una copa dando vueltas por mi casa
desayunar sin asuntos pendientes
regodearme en eso de ser absolutamente solitaria
absolutamente vieja después de todo
aunque no tenga andares suficientes
ni siquiera uñas cuarteadas
quizás en otro lado el ánimo se recupere
por lo pronto no aspiro a más rutina
que mi cama deshecha y vuelta a armar
una cierta efusividad que conduzca a ventanales cerrados
al bocado de sal que me hostiga
a mis dientes suplicando cepillo
al cabo de muchas días
muchos encierros
demasiadas ceremonias

*
ya no soy una cintura angosta
ni pocos kilos
he pasado un trecho de amantes
con sus menoscabadas amarguras
se han solventado ciertos agostos

el inventario fotográfico de la pared
ha sido sustituido por otras resacas
alguien viene de regreso
un elogio inesperado insinúa desastres
lo peor es verse desde el mismo colchón
tener la frente borrada
ser un desaparecido
un inmigrante
un recomendado
un nadie sin respuesta

*
en la víspera de cualquier acontecimiento importante
salvo la furia y mis desiertos
defiendo el permiso de escapar
por si me aburre la falta
el periplo enmendado
con que muchos pronuncian sus recovecos
insisto en mis aplausos
la tardanza que recoge migas
síntomas de una erupción esperada
vuelvo al calor
me maquillo de negro
se me antoja irme seca
desmembrada
vestirme de roca o macho

*
apenas se acabe la dicha
regresaré al cuerpo estropeado
habrá transcurrido tanto
desde la alegría
tanto desde que fui cautelosa
entera
me haré de un rostro altanero
rasgos confusos
cicatrices que asusten
hablaré otra lengua
por si alguien se acerca

nunca se entenderá
cuánto miedo me tengo
cuánto asco

*
pertenezco a una raza de mujeres
que se destruyen a medianoche
insinúan perfiles
voces rasgadas
son ellas
las que poseen
el triste prestigio de abandonarse a la caída
ellas las que saben de tiempos
que no necesitan nombrarse
agotarse
olvidarse

*
hay algo de venganza
en el clima de mi cuerpo
un hábito tribal e innecesario
cierro la vista
comienza el regodeo
nada extraigo nada vale la pena
la pereza me viaja
no quiero salir a buscarme
en el complejo salitre de una frontera
me seduce
la definitiva austeridad de mi habitación
los murciélagos que rajan la bañera
esa marejada cálida de las tres de la tarde
la delicadeza va siendo
una posibilidad encomiable
prefiero verme aguerrida
desencajada
ducha en el desprecio

*
bastaba cerrar el puño

desdecir el goce
todo venía
todo era palabra
ahora extraño aquella fragilidad
mis contenidas maneras
de apresurarme y padecer

*
rota en los comienzos
sin tierra
sin nadie que me siga
con la única puerta
atravesada en la piel

*
se supone
que padezco una cierta madurez
bien lo delatan
diminutos surcos en mis pómulos
esas palabras toscas que ahora uso
para sorprender al adversario
quizás me convenga
cambiar de pantalones
por floreados vestidos
pintarme los labios de marrón
decir que al fin soporto la calma
que pese a todo
aprendí de la asfixia
de la horrenda armonía

*
hay ventajas en parece estúpida
un rostro bien administrado
mata a quemarropa
las piernas jugosas hacen lo suyo
sin embargo basta un susurro
una mueca de melancolía

para que alguien diga
-pobrecita
así comienza la biografía de una víctima
su llaga
la sabia pesadumbre que la arrastra

*
me asombra que una mujer vieja
sea apenas veinte años mayor que yo
sus carnes parco precipicio
que pronto se rinda
y el sopor clausure sus patadas
no consigo recuperar
el terrible hartazgo que produce
emparejar las fragilidades
una voluntad de miedo predispone
mi goce en el maniatado resquicio
por donde huyen las cosas
la catástrofe incluir la desobediencia
parecer menos limpia
mi rotura viene de permitir el asco
dejar pasar mi propio tiempo
maldecir vencidas ternuras

*
hay una mujer destinada a la sombra
una mujer que como yo
repite sus rostros en las grietas
de una calle sin nombre
ambas resistimos a la mentira
de hacernos las buenas
las del árbol solo
colgamos el miedo
las ganas
y cuando nadie pregunta
cuando por fin
nos dejan sostener raíces en los ojos
iniciamos el regreso
permitimos a extraños

adivinar lo que nos detiene

*
pertenezco  al otro lado del cuchillo
a la memoria de ciertos pudores
mi viaje
es la ebriedad del desalmado
herida dispuesta
carne que se echa a los dioses

*
digo de mí
tráfico de grietas
incendio merecido

*
teniéndome cerca
de espaldas a mi nombre
interrumpida tantas veces por desconocidos
sin misión
con restos de agua en las manos
y esos locos
ese imperio tras de mí

*
callándome rostros
para volver a los veinte años
a esa edad de ser de adentro

*
rota en los comienzos
sin tierra
sin nadie que me siga
con la única puerta atravesada en la piel

*
pronunciarme
otra manera de ir por lo bajo
siempre recogiendo agua ajena

*
aparezco de repente
entre animales feroces
animales que no me reconocen
es esta casa
esta penitencia

*
me dejan con la miseria de ser sola
pájaro
mujer de voces indecentes
llego tarde
olvido rescatar las pieles caídas
mis nombres se repiten
golpean todas las calles
todos los sexos

*
me olvidarán por sentenciosa
por sumergirme en adustas encrucijadas
por mostrar palabras
cuerpos que no pude dar a nadie

*
hay un tiempo de esperas
y calles altas
un hombre
un ángel
un sueño
que escribo desde siempre
en la madera del deseo
en los últimos rincones
de lo que simplemente
no puedo decir

*
hablar de uno avergüenza
se pierden los momentos
sacudiendo mentiras
nos miramos

y sabemos lo que somos
y eso
eso jode

*
sudo encierros
mordeduras traficando calles
de mi boca a la noche

*
a esto le llaman fugarse
pero –insisto-
lo que duele
lo que asusta
no es la herida cerrada en la mesa
ni el vientre asombrado de una virgen
hablo de mecerse
y dejar caer el deseo
arrojarse con todo y cuerpo
con la lengua recorriendo
un país de sexos inválidos
sin perderse
sin admitir apodos
asuntos indebidos
sin aferrarse a esos muros
sostenidos en la carne a fuerza de ciudad

*
a uno le gusta echarse
sobre cualquier intento
saberse lo mejor
universo particular
cielo de infelices
llegan entonces los elegidos
ofrecen llaves de aire
damos una cita
huimos hacia dentro

*
decirse virgen
para emocionar al desconocido

asomarle una ceremonia de vigilias
golpes añorados
merecer el desquite
aunque se nos caiga el alma
nos persigan para siempre

*
no hablen de huidas
porque de ellas me hago
vuelvo intacta al desastre natal
no saben
piel adentro todo es puerta
agua

*
por ser de mi casa
buena ropa
presencia deseable
distraigo esquinas
nadie quiere arrepentirse
aguantar esta especie de diálogo
nada

*
terrenales oficios los míos
desnudarme
acariciar al otro
repetir las cosas que amo y detesto

*
busqué tanto un templo que me aliviara
hurgué en la promesa de espíritus habladores
creí en extraterrestres que vendrían a calcinarme
leí las trastiendas del corán la cábala el i ching
aposté a pirámides salvadoras
rocé los presagios de la india
claudiqué de absoluta tristeza

me hice ver por clarividentes ermitaños
filósofos hierbateros astrólogos albañiles
todo para domeñar
ese lugar desamueblado de mi cuerpo
que no admite prórrogas

*
he sido incierta
pecaminosa
he dado pie a discordias que desencajan
temo contemplar apenas la mitad de los saltos
que me han sido asignados
ser famosa
incluso venerable
no haber tropezado
sino con unas cuantas hemorragias matutinas
no llegar
nunca llegar
cumplir cincuenta
tal vez setenta años
ser horrendo simulacro

*
uno termina amando el fastidio de los cuerpos
se nos llama santas o putas
el caso es que andamos por allí
intentando un homenaje de techos bajos
un descuido de lo indecible


***

Jacqueline Goldberg nació en Maracaibo, Venezuela, en 1966. Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Letras. Desde comienzos de los años noventa su trabajo discurre entre la literatura y el periodismo. Es autora de una vasta obra que incluye la poesía, el ensayo, la literatura infantil, el reportaje y el género testimonial. Su trabajo poético aparece incluido y reseñado en antologías en Rumania, España, Puerto Rico, Estados Unidos, México y Venezuela. La Vaca Mariposa Editora publicó en Argentina: “Amphycles, los bogavantes”.

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