Selección de poemas
RECOGIMOS NUESTRO CABELLO como campesinos arando la tierra seca,
esperando que la lluvia cumpliera viejas promesas. Esta noche mis zapatos son
submarinos en la avenida. Nosotros, que agradecemos al sol y a las nubes, que
lloramos la misma sal del chubasco, ¿cómo podremos salvarnos cuando la
tormenta haya terminado?
PLEGARIA
Mar, desearía que llovieras.
Las ciudades se consumen
en el hambre que arde, susurros de fuego,
cenizas que atraviesan el continente.
Mar, el sueño no viene a mí,
la distancia tiene colmillos perforando
los torsos de los que nos fuimos
y no hay nubes.
Mar, te pido que seas lluvia,
que tu sal sea, en la grieta
que limpie el pavimento ensangrentado,
una oración nos libre de otro futuro que no es el nuestro.
Purifica como tormenta
el aire que ya no es aire,
la masa de gases que buscan rompernos,
incluso cuando no sepamos respirar.
Mar, no te pido que nos salves,
no seas Dios, no imploro venganza.
Mar, Madre.
Lava con la espuma las almas que fueron arrancadas,
toma el dolor, cada gota,
que las lágrimas son océanos
y diluvia sobre los aviones que contienen el odio
que cobran por los muertos,
centella en línea recta al corazón del verdugo en forma de bala.
RETORNO A CASA DE MADRUGADA
Presente, ardor continuo.
Va del pecho al estómago.
Tiene color amarillo y pasa a violeta
sin que lo toque el sol.
Las esquinas de la casa guardan secretos,
no míos, de nadie.
Cuadernillos archivados, cajón de frutas,
manos sucias y lápices rotos.
El silencio es un filo brillante,
arma samurái.
Los años se me acumulan sobre la espalda
como anillos de un árbol,
sustrato en el suelo.
Oxígeno a medias,
susurro de pánico.
No caigamos en cuenta ahora
que estamos muriendo y estamos solos
más allá del destello rosa en las nubes,
cuando amanece y caminamos,
decidamos mejor venir a casa,
tomar café, cerrar la persiana.
Que si me ahogo no lo nota nadie,
que la sal aún me queda
en los pliegues de las orejas,
arrullando nanas del mar
para alejar esta quietud que arde.
NADIE ME HA ESCRITO UN POEMA
Nadie me ha escrito un poema,
no he sido ausencia,
nadie ha puesto palabras en una carta,
en la primera hoja de un libro,
en un archivo Word,
en un post it,
o en un papel dentro de una botella
que lleven alguno de mis nombres a lo desconocido.
No digo romance ni ideal,
digo que los versos me han esquivado,
que una minúscula de mis células aún clama
sensación de trascendencia
del poema adecuado,
sin pretensión alguna.
Las letras desvanecidas en la arena,
orilla olvidada.
Una ola habrá borrado,
sin violencia,
sin tristeza,
la paradoja del poema donde no existo,
donde nadie me ha escrito.
La botella se llenó de agua y espuma.
Nunca hubo papel.
Nunca hubo palabra.
La memoria cambia cada vez que regreso.
De Simetría del hematoma, La Poeteca, 2021

Flora Francola (Paola Franco) Maracaibo, Venezuela, 1988. Artista visual y escritora. Licenciada en Artes. Ha participado en exposiciones individuales y colectivas en Venezuela y otros países; y en diversos recitales de poesía. Ilustra para la editorial independiente En Voz Alta y lleva un proyecto de ilustración a partir de poemas en http://florafrancola.tumblr.com. En Buenos Aires, donde vive desde 2014, integró varias muestras de arte desde 2015 hasta la actualidad. Sus poemas han sido publicados en revistas web como Digopalabratx, Azul Violencia, Triadae, La Rabia de Axolotl, Poesía desde Valencia y Babélicas. En 2017 resultó finalista en el II Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Colabora en revistas y plataformas web. Entre todo esto cursa la carrera de Sommellerie, indaga sobre cultura
gastronómica y estudia los vínculos de arte-cuerpo-territorio-alimento,
que desembocan en su propuesta de collage en desarrollo.
Simetría del hematoma es su primer libro.